La ciudad es un imán para los turistas por sus restos incaicos, pero también, por sus ancestrales artesanas y sus pozas salineras de los Andes.
Situada a 3.350 metros sobre el nivel del mar, al sureste de Perú, Cusco está llena de calles empedradas que invitan a recorrerla, pero que muchas veces ocasionan en el turista mareo y fatiga.
Pero la visita a ese centro arqueológico vale la pena y los malestares suelen ser espantados rápido con una taza de mate de coca (té preparado con hojas de coca que funciona como reconstituyente).
Los que prefieren evitarse el soroche en su visita al Cusco tienen desde hace pocos años una nueva oferta hotelera en el valle del Urubamba, camino a Machu Picchu, donde los turistas pueden moverse cómodamente a 2.700 metros de altura.
A través de este valle corre el río del mismo nombre, en medio de bosques de eucalipto y campos de frutales, con cielos despejado e intenso calor la mayor parte del año.
Saliendo de Urubamba, a una hora por carretera del Cusco, están las salineras de Maras, un conjunto de 3.000 piscinas naturales en las faldas de los cerros, de las cuales se extrae sal para el consumo humano desde la época incaica.
Los comuneros de Maras y Pichincoto se sumergen en las pozas -de la cintura para abajo- para recolectar manualmente los cristales de sal que emergen a la superficie. Extraen hasta 200 kilos mensuales de sal.
Cerca de las salineras se puede visitar el conjunto arqueológico de Moray, compuesto por unas graderías circulares de 50 metros de profundidad, donde los antiguos peruanos investigaban las características de sus cultivos, especialmente tubérculos.
La zona, a 74 kilómetros del Cusco, es ahora un conjunto arqueológico protegido por el Instituto Nacional de Cultura, pero los campesinos cultivan cerca para aprovechar las características de ese lugar privilegiado para la agricultura.
Otro destino interesante en los alrededores es el taller de mujeres tejedoras de Chinchero, que han formado una cooperativa para preservar su método de confeccionar mantas y bolsos con lanas de alpaca y oveja de colores turquesa, verde petróleo, rojo granate, morado o anaranjado.
El trabajo de las mujeres abarca todo el proceso de confección: desde el teñido al torcido de la fibra para formar los hilos, y, luego, el tejido en telar con diseños geométricos propios.
En suma, Cusco tiene infinidad de lugares para el visitante curioso, de la mano de la historia, de sus artesanos o de su su impresionante naturaleza.
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